
En un entorno cada vez más digitalizado, las asesorías enfrentan un reto constante: ofrecer servicios modernos y eficientes sin dejar atrás a aquellos clientes que aún presentan dificultades para adaptarse a la tecnología. No se trata de educar ni de excluir a estos clientes, sino de encontrar un equilibrio que permita compatibilizar el progreso inevitable con la atención personalizada que requieren.
Comprender el nivel tecnológico de cada cliente
El primer paso es identificar el grado de familiaridad tecnológica de cada cliente. Esto no implica juzgar ni clasificar, sino conocer las necesidades y limitaciones de cada empresa o particular. Algunos clientes pueden dominar herramientas de gestión en la nube, mientras que otros siguen utilizando métodos tradicionales como papel, correo electrónico básico o registros manuales.
Un estudio inicial puede incluir entrevistas, encuestas o análisis de sus procesos actuales, lo que permite a la asesoría adaptar su comunicación, los métodos de entrega de información y las herramientas utilizadas para cada caso. Reconocer estas diferencias evita frustraciones y facilita la transición gradual hacia sistemas más eficientes.
No es tarea de la asesoría educar, pero sí acompañar
Si bien no es responsabilidad de la asesoría formar al cliente, sí puede actuar como puente para que el cliente progrese de manera orgánica. Esto puede implicar:
- Proporcionar manuales, guías o tutoriales sencillos para herramientas específicas.
- Ofrecer sesiones de demostración de software o plataformas que se utilicen en los servicios de la asesoría.
- Mantener canales de comunicación accesibles, como llamadas telefónicas o reuniones presenciales, cuando la digitalización del cliente aún sea limitada.
El objetivo no es que el cliente se convierta en experto tecnológico, sino que pueda aprovechar las ventajas de los servicios de la asesoría sin sentirse excluido.
Compatibilizar la eficiencia con la atención personalizada
El avance tecnológico permite a las asesorías automatizar procesos, reducir tiempos y ofrecer información en tiempo real. Sin embargo, cuando un cliente no puede aprovechar estas herramientas, la asesoría debe encontrar mecanismos para compatibilizar la eficiencia con la atención personalizada.
Algunas estrategias posibles son:
- Duplicar canales de entrega: enviar informes tanto en formato digital como impreso.
- Integración parcial de tecnología: introducir herramientas gradualmente, comenzando por aquellas que no requieran un gran cambio de hábitos.
- Asistencia directa: designar un contacto de la asesoría que gestione la interacción tecnológica en nombre del cliente, actuando como intermediario.
Estas prácticas permiten que la asesoría mantenga su nivel de modernización sin abandonar a clientes que aún no están preparados para adoptar todas las innovaciones.
Identificar clientes estratégicos para la transición
No todos los clientes requieren el mismo grado de esfuerzo de adaptación. Una asesoría puede clasificar a sus clientes según impacto estratégico y necesidad de digitalización:
- Clientes clave que requieren atención inmediata y adaptación a nuevas tecnologías.
- Clientes menos estratégicos, donde la transición puede ser gradual.
Esta segmentación no implica priorizar uno sobre otro desde el punto de vista del servicio, sino planificar recursos y tiempo para que el avance tecnológico sea compatible con la diversidad de perfiles.
Prepararse para el cambio inevitable
El mundo avanza hacia una digitalización creciente, y las asesorías deben anticipar tendencias y herramientas emergentes. La clave es hacerlo sin presionar al cliente, sino incorporando la tecnología de manera progresiva y flexible.
Algunas recomendaciones incluyen:
- Implementar plataformas que funcionen tanto para usuarios digitales como tradicionales.
- Crear protocolos internos para atender solicitudes de clientes menos tecnológicos de manera eficiente.
- Mantener la actualización del personal de la asesoría en nuevas herramientas y métodos de comunicación, asegurando que puedan adaptarse a distintos niveles de digitalización.
Atender a clientes con menor desarrollo tecnológico no es una tarea de educación ni de exclusión; es un desafío de compatibilización. Una asesoría moderna debe equilibrar eficiencia, innovación y cercanía, adaptando procesos, canales de comunicación y servicios a la diversidad de perfiles de sus clientes.
El resultado es un modelo de asesoría inclusivo y sostenible, capaz de acompañar la transición tecnológica de sus clientes sin comprometer la calidad del servicio ni la adopción de nuevas herramientas. Así, la empresa puede seguir avanzando con innovación, pero sin perder de vista a quienes aún no están completamente digitalizados.