
Vender una asesoría y continuar ligado a ella puede ser una estrategia beneficiosa o, por el contrario, generar complicaciones según la manera en que se gestione. A continuación, se analizan los principales aspectos a favor y en contra de esta decisión.
A favor de vender una asesoría y continuar ligado a ella
Uno de los mayores beneficios es la transición suave para clientes y empleados. Si el antiguo propietario sigue vinculado, se reduce la incertidumbre, lo que facilita la continuidad del servicio y minimiza posibles pérdidas de clientes. La confianza que estos depositaban en el anterior dueño se mantiene, ya que sigue participando en la operación o brindando asesoramiento. Este punto ya lo abordamos en el artículo dedicado a la transición post-venta de una asesoría.
Otro punto positivo es la posibilidad de seguir obteniendo ingresos sin la carga total de la gestión. Esto puede ser en forma de un contrato de consultoría, participación en beneficios o un rol específico dentro de la nueva administración. De esta manera, se logra un equilibrio entre seguir generando ingresos y reducir responsabilidades operativas.
También se puede aprovechar la experiencia acumulada para guiar la transición y evitar errores comunes. Conocer los procesos internos, la cultura empresarial y la relación con los clientes permite que la nueva administración tenga un aprendizaje más eficiente, lo que facilita la estabilidad del negocio y su crecimiento.
Por último, continuar en la empresa puede permitir un ajuste progresivo en la vida profesional y personal. En lugar de un cambio brusco, el antiguo dueño tiene tiempo para planificar sus próximos pasos, ya sea iniciar otro negocio, diversificar inversiones o simplemente reducir su carga laboral sin desvincularse completamente.
En contra de vender una asesoría y continuar ligado a ella
Uno de los principales inconvenientes es la posible falta de autoridad y autonomía en la toma de decisiones. Aunque el antiguo dueño siga vinculado, ya no tiene el control total de la empresa, lo que puede generar frustración si la nueva administración toma decisiones que van en contra de su visión o de cómo se ha manejado el negocio anteriormente.
También existe el riesgo de una transición prolongada y confusa. Si el vendedor sigue involucrado sin un rol claro, los empleados y clientes pueden no saber a quién dirigirse para la toma de decisiones, lo que genera incertidumbre y disminuye la eficiencia en la operación. Esto es especialmente problemático si la nueva administración quiere implementar cambios que no cuentan con el respaldo del anterior propietario.
Otro aspecto negativo es la posible dificultad para desligarse emocionalmente del negocio. Si bien vender una asesoría puede ser una decisión racional, seguir vinculado puede hacer que el anterior dueño continúe involucrado emocionalmente en los problemas diarios, lo que puede afectar su bienestar y dificultar su adaptación a una nueva etapa profesional.
Además, pueden surgir conflictos con la nueva administración. Diferencias en la forma de gestionar la empresa, en la relación con los clientes o en la estrategia de crecimiento pueden generar tensiones, especialmente si no hay un acuerdo claro sobre el papel del antiguo propietario. Sin una definición precisa de funciones y límites, la relación puede volverse insostenible y afectar la estabilidad del negocio.